Era la primera vez en la historia que se enfrentaban sobre un cuadrilátero dos dobles campeones olímpicos. El cubano Guillermo Rigondeaux, 37 años, ganó medallas de oro en Sydney 2000 y Atenas 2004. Vasiliy Lomachenko, 29 años, fue campeón olímpico en Beijing 2008 y Londres 2012.

Ambos presentan dos de las carreras amateurs más laureadas de la historia del boxeo: 463 victorias del cubano por 12 derrota, 396-1 para el ucraniano. Luego, como profesionales, llegaban a esta pelea con récords casi perfectos, 17 victorias, 11 KOs sin derrota para Rigondeaux. Nueve victorias y sólo una derrota en la cuenta de Lomachenko.

La expectación en The Theater del Madison Square Garden se sentía desde horas antes, con muchos aficionados ucranianos, más que cubanos, en las gradas gritando “¡Loma, Loma, Loma!

Más pequeño (1,63 m de altura por 1,68 m del ucraniano) y acostumbrado a pelear en pesos más ligeros -subía dos categorías para esta pelea, Rigondeaux arrancó el combate más defensivo, utilizando su depuradísima técnica y su juego de pies para esquivar los ataques de Lomachenko, más ofensivo.

El cubano daba espectáculo con algunos desplantes, bajando la guardia y quedándose quieto, pero siempre rapidísimo lograba evitar el golpe lanzado por el ucraniano. Bueno, casi siempre, porque Lomachenko logró poco a poco contactar algunos directos y comenzar a dominar el combate con claridad.

Superado, Rigondeaux comenzó a abrazarse a su rival repetidas veces hasta que, después de varios avisos, el árbitro le penalizó con un punto en el sexto round.

Entonces, cuando nadie lo esperaba, en el descanso previo al séptimo round, desde la esquina, Rigondeaux tiró la toalla alegando una lesión en la mano izquierda. Luego diría que la lesión se produjo en el segundo round.

El cubano fue el cuarto boxeador que se retiró ante Lomachenko las sus últimas cuatro peleas del ucraniano.

“Rigondeaux es un rey del boxeo, el mejor, pero en su categoría. Éste no es su peso, no es su categoría. No es una gran victoria para mí”, dijo Lomachenko sobre el cuadrilátero tras su victoria.

El público abucheó al cubano, al que no perdón que se hubiera retirado de forma repentina, aunque el combate estaba claramente decantado desde un par de asaltos antes.

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