Escrito por: Diego Castro

Poco tiempo atrás el campeón Welter, Errol Spence Jr., manifestó su deseo de enfrentar a Canelo Álvarez en el Cowboy Stadium. “¿Con Canelo? Sí. Definitivamente sería entretenido. Eso puede suceder, sería una gran pelea”, le dijo en una entrevista a The Sun. Recientemente, por su parte, el campeón Crucero Mairis Briedis también le lanzó su desafío al mexicano: “No parece posible que Canelo encuentre una pelea atractiva y pareja en Súper Mediano o en Semi Pesado. ¡Qué máquina! ¿Estará listo para probar aguas en un desafío adecuado en peso Crucero? ¡Briedis vs. Canelo, en cualquier momento y en cualquier lugar!”, posteó el letón en su cuenta de Twitter. (AUTOR DIEGO CASTRO)

Yo no recuerdo otro caso en el que un Welter y un Crucero, al mismo tiempo, se hayan disputado un rival. Incluso podría resultar divertido si no fuera porque, en realidad, casi todos los boxeadores, entre las 147 y las 200 libras, fantasean con subir o bajar las divisiones que sea necesario para acceder a un combate contra Álvarez. Porque éste, a todas luces, se ha convertido en la vidriera del boxeo de masas y en el mejor pagador del negocio. Recordemos que el turco Avni Yildirim, que llevaba dos años inactivo y había perdido su última pelea, embolsó casi tres millones de dólares por su pobre actuación frente a Canelo, casi al mismo tiempo que Chocolatito González y el Gallo Estrada unificaban sus títulos en un combate candidato a pelea del año, en el que ambas bolsas sumadas apenas alcanzaban el millón y medio de dólares.

Y antes de decir que los pesos chicos siempre cobran menos, recordemos que Sergey Kovalev, Callum Smith y Caleb Plant cobraron más de 12 millones de dólares (entre bolsa y televisión), cifra muy superior a las percibidas contra cualquier otro rival que hayan enfrentado. En efecto, los últimos oponentes de Canelo han duplicado, triplicado y hasta cuadruplicado sus ingresos por pelea. Y ese fabuloso “pay-day” se ha convertido en la zanahoria detrás de la cual corre una legión de aspirantes. Allí vemos en carrera desde jóvenes promesas como David Morrell, que manifestó que está listo para enfrentar al tapatío, hasta veteranos como Anthony Dirrell, que amenazó: “Si no me dan la chance es posible que me retire”.

Esta opulencia económica que surge del fenómeno Canelo está afectando al boxeo a diferentes niveles. En primer lugar, la mayoría de los campeones y principales aspirantes a un título, no quieren tomar peleas de alto riesgo, que le harían muy bien al deporte y al dinamismo de sus divisiones. Simplemente no quieren arriesgar porque saben que una derrota los dejaría relegados en la carrera por el cheque de Canelo. Un claro ejemplo es el de Artur Beterbiev y Dmitry Bivol, que continúan postergando la unificación que los dejaría al borde de ser indisputados, porque abrigan la esperanza de que Canelo pase a Semi Pesado y les dé una oportunidad. Algo parecido sucede en las 160lb, donde la única unificación que probablemente veamos sea la de un Gennady Golovkin de cuarenta años contra un Ryota Murata que acumula dos años sin pelear.

El segundo problema es que Canelo se ha convertido en el pagador de la mayoría de sus rivales. Él mismo ha reconocido en una entrevista en ESPN que: “No pueden rechazar una bolsa, porque saben que con el Canelo van a ganar. Y no lo van a rechazar”. Ser quien paga lo pone en una posición muy ventajosa a la hora del subir al ring. No estoy sugiriendo que sus rivales se vendan (al menos no la mayoría). Lo que estoy diciendo es que esto le permite ejercer con máximo rigor su condición de “Lado A” y ser quien determine los términos del contrato: cuándo, dónde y en qué peso se realizará la pelea, cuánto pueden rehidratarse sus rivales, etc. De este modo se garantiza las condiciones para una pelea “accesible”. Porque, lógicamente, nadie va a pagar una cifra millonaria para llevarse una derrota que perjudique su carrera y su negocio. El propio Eddy Reynoso reconoció en la misma entrevista que “nos vamos a pelear con los manejadores para exigir las condiciones que a nosotros más nos convienen”.

El tercer y último problema es que la afluencia de dinero no sólo opera sobre los rivales sino también sobre las promotoras y los organismos, que perciben un porcentaje de esos ingresos en concepto de promoción y sanción de los combates. Los ejemplos abundan, pero baste recordar ese mamarracho estatutario del “Campeón Franquicia”, que el CMB ha implementado para que Canelo no deba afrontar el régimen de defensas mandatorias al que están sujetos los demás campeones. El mexicano, en efecto, hace años que elige con quién pelear. Nuevamente citamos textual a Eddy Reynoso, que dijo: “La televisora nos dice ‘Hay tantos peleadores’ y nosotros, como administradores de la carrera de Saúl, siempre vamos a tomar el que nos conviene”. Esto es un problema porque si no son los organismos los que ordenan las peleas en base a méritos y calificaciones todos pueden abrigar la esperanza de ser los elegidos, sin importar en qué división estén, ni qué hayan ganado. De este modo, la sombra del cheque de Canelo mantiene parcialmente condicionado al Boxeo, entre las divisiones Welter y Crucero.

Otra prueba de lo dicho surgió esta semana, en la 59º Convención del CMB, cuando Reynoso levantó la mano y pidió públicamente que se apruebe el desafío de Canelo al congoleño, Ilunga Makabu, el campeón más débil del peso Crucero. Y, por supuesto, la Junta de Gobernadores del CMB aprobó el pedido en el momento y por unanimidad. Nuevamente Canelo escogió con quién pelear porque, en definitiva, él es el único dueño de la torta y todos quieren comerse una porción.

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