Por: Eduardo Lamazón

«Los diez kilos de sobrepeso de Andy Ruiz son la explicación de todo lo sucedido. La amarga revelación de que Andy no entiende qué cosa es la relación de un hombre cabal con la vida…»

Si le pregunto a cualquiera, a un niño, cuál es la fórmula para el éxito me va a responder ‘talento y sacrificio.’ El talento de Ruiz no es exagerado, tiene velocidad y valentía, que son virtudes aisladas, de modo que le quitas la capacidad de sacrificio y se convierte en poca cosa.

Poca cosa, lo que él fue en la derrota vergonzosa contra Anthony Joshua, ignorante de que millones estaban presenciando su fracaso, valemadrista de su condición de campeón del mundo del peso completo.

Un acto de irresponsabilidad insoportable.

Por eso dije en la transmisión que estaba enojado con lo que veía. Mintió, mintió y volvió a mentir con el peso anunciado, la promesa estéril de que llegaría a la báscula en 117 kilos. Llegó en 128.

Se vale mentir por estrategia, para confundir al enemigo, para consolidar una preparación bien elaborada, pero qué va, con seguridad este no fue el caso.

Cuando transmitimos el pesaje en vivo, al conocer el registro de Andy nos quedamos petrificados, parecía evidente que se trataba de un error.

Pero no había error. Era un escándalo…

Quedaba una esperanza blandengue: ‘…si pega antes de que le peguen…’, pero estas gangas rara vez llegan en auxilio de un tipo desobligado con el esfuerzo.

Que Anthony Joshua desarrolló una estrategia correcta, no se discute. Pero el Andy ágil, peligroso, veloz, perspicaz y destructor de la primera pelea entrambos hubiera podido luchar por la victoria.

Este Andy de anoche no tuvo inventario ni para defender la dignidad del guerrero que debía ser y no fue.

Andy ruiz Jr.

El éxito lo embriagó. El desaguisado de vivir a contramano lo hemos visto en muchos. Nunca tuvieron nada y de pronto un título deportivo les impide ver la hora si no es en un reloj de 20,000 dólares.

Las personas sensatas que sufrieron carencias y de pronto la vida les da una fortuna, compran tranquilidad. Los imbéciles compran problemas.

Andy Ruiz reveló impunemente poco después de la pelea que la preparación fue una mentira, que estuvo tres meses de fiesta. Bárbaro. Se está suicidando.

  • Podría ir preso. ¿No es una estafa?
  • ¿Y la responsabilidad?
  • ¿Y el compromiso?
  • ¿Y el ejemplo?
  • ¿Y la bandera de la patria?
  • ¿Y los millones que estaban viendo la prometida gran pelea?

Sólo horas antes le deseábamos ‘que le vaya bien’. Defendíamos que Andy campeón le hacía bien al boxeo, al deporte, a México. Que reivindicaba a los feos (su físico para la alta competencia) y a los gordos. Por Dios. Llegó al ring cargando dos maletas, o lo que es lo mismo su escandalosa panza de luchador de sumo.

Por eso estoy enojado con Andy. Por lo que pudo haber sido y no fue. Porque si quería suicidarse podía hacerlo, pero no quemando la casa donde se llevaba a otras víctimas del fuego incomprensible.

Andy se llevó entre las piernas a los muchos que en él habían edificado una ilusión.

Una brutal demostración de egoísmo.

Vino, vio y perdió. En el ring, dos minutos después del indecoroso final, se reía.

Perder luchando no condena. Perder por haberse burlado de todos, sí.

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