Cuando llegas a Puerto Rico, quedas impresionado por su belleza, encantado por la magia que se percibe en cada paso que das y en cada rostro que miras. Mientras transitas por este paraíso ubicado en el centro del Caribe y para muchos en el centro mismo del planeta, no puedes dejar de sentir esa sensación de paz y tranquilidad, no por gusto le llaman: La Isla del Encanto

En mi opinión, el encanto le viene no solo de sus hermosas playas, bellos paisajes o el fantástico clima que le favorece durante casi todo el año, lo que la hace especialmente encantadora es su gente, ese caleidoscopio cultural, esa confluencia de razas típica del Caribe, esa mezcolanza entre conquistadores blancos, negros esclavos y aborígenes taínos (estos últimos la llamaron Borinquén o Boriquén), gente que lleva en su sangre el orgullo de su origen y que grita a los cuatros vientos sin miramientos Yo soy boricua, pa’que tu lo sepas” en franca alegoría (entre tantas otras cosas) a la valentía que los caracteriza.

LA RIQUEZA DE LA ISLA DE LOS CAMPEONES

Brilla en el firmamento internacional el nombre de Puerto Rico, con sus famosos cantantes y orquestas de salsa, sus 5 reinas de belleza y sus 5 peloteros miembros del salón de la fama de las Grande Ligas de Cooperstown (incluyendo al más grande beisbolista latino de todos los tiempos, Roberto Clemente), pero es en el boxeo… ¡ah, el boxeo! donde la gloria boricua alcanza su pináculo.

Los 65 boxeadores campeones al más alto nivel del profesionalismo (55 nativos y 10 descendientes) y los 9 (algunos dicen 11) inmortales del salón de la fama, lo dicen todo.

FELIX «TITO» TRINIDAD

Entre todas estas leyendas, es imprescindible hacer mención de una que descolla por encima de todos y que prácticamente no necesita presentación, una especie de “deidad” que hacía estremecer las gradas, palpitar los corazones y reventar de orgullo a todo aquel boricua y latino que lo vio desfilar por el pasillo de los sueños rumbo al cuadrilátero.

3 de Marzo de 2018, Coliseo Mario ‘Quijote’ Morales, Guaynabo.

Una vez participé en un evento de boxeo, como miembro de la prensa (recién acababa de arrasar la isla el huracán María). Nunca entendí porqué siendo un país tan pequeño, una ciudad de cortas distancias, Tito no estaba allí, en ese evento… y ese día hice una pregunta:

¿Por qué Tito nunca viene a un evento de boxeo?

La respuesta no se hizo esperar: “Es que sería un caos, la gente al verlo se descontrola…”. Un rato después, en medio de una pelea de cuyos protagonistas (por obvias razones) ya ni me acuerdo, un bullicio ensordecedor me lo confirmaba, la gente coreaba, los boxeadores que competían perdían la concentración, volteaban a ver y nadie era capaz de imaginar, como si se hubieran escuchado mis plegarias, que esa noche del 3 de Marzo de 2018, en el coliseo Mario “Quijote” Morales, cambiaría mi vida.

“Tito, Tito, Tito, Tito”

Era lo único que se escuchaba, el público de pie y enardecido vitoreaba a su campeón, al inmortal, al hijo de Cupey Alto, al que nunca se rindió y esbozando siempre una sonrisa, supo poner el nombre de Puerto Rico en lo más alto del podio mundial. Allí estaba él, rodeado de su gente y la devoción de una nación completa, unida por el amor a su ídolo, no negó una sola foto, un solo autógrafo y tuvo que marcharse a regañadientes, para que el evento, (detenido mientras esa especie de Zeus estuvo allí, parado entre los simples mortales) siguiera su curso.

Yo estuve ahí, pude sentir esa sensación de emoción casi imposible de describir, tuve el privilegio de ser testigo… entonces comprendí el orgullo que emana de un boricua cuando dice: “Yo soy boricua, paque tu lo sepas

Félix se marchó, no sin antes ratificar su legado, manifestando su compromiso de siempre para con su patria y su gente a través de la intensa “brevedad” de una frase:

“Yo me calzo los guantes hasta que Dios quiera…”

¡VIVA TITO, VIVA PUERTO RICO… Y VIVA EL AMOR DE SU GENTE!  

  

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