Ricardo ‘Finito’ López creció admirando a Lupe Pintor, un campeón del mundo establecido, reconocido y muy seguido por la gran fanaticada mexicana, y desde muy chico el ‘Finito‘ quiso emular los pasos del primero, sin saber ambos, que en su debido momento, serían 2 de las más grandes leyendas y glorias del boxeo mexicano y del deporte azteca en general.

Pintor se había convertido en campeón del mundo en 1979 cuando derrotó a Carlos Zárate y de esa manera consiguió hacerse del cinturón verde y oro del Consejo Mundial de Boxeo en la categoría del peso gallo, y para ese entonces, López de tan solo 13 años  daba sus primeros pasos en el mundo del boxeo, en donde ya había conseguido convertirse en el campeón del torneo Guantes de Oro, lo que sería el principio de un camino lleno de muchos éxitos y aprendizajes.

El Gimnasio y Baños Lupita, en Tacubaya fue el sitio donde esta historia comenzó; Ambos entrenaban en el emblemático Gimnasio Lupita en el barrio Tacubaya en la Ciudad de México, lugar donde el mánager Arturo “Cuyo” Hernández se encargó de darle forma y llevar al camino del éxito a legendarios boxeadores que dieron gloria y triunfos a todo México en el ámbito boxístico.

Y fue afuera del gimnasio ubicado en Calzada Becerra 72, donde se pudo enmarcar a través de una foto histórica, donde aparecen Lupe Pintor, como todo un campeón del mundo, y un niño de 13 años, Ricardo López Nava, el Finito, con sueños e ilusiones de igualar al que en ese momento era su inspiración, el que sería una relación que sigue sirviendo a día de hoy como inspiración pura para todos en el mundo del boxeo, especialmente en tierras aztecas.



“Es una foto muy bonita donde se me queda viendo con admiración”, dice Pintor sobre la foto en entrevista con el sitio Izquierdazo. “En ese tiempo yo era campeón del mundo. Siempre sirve uno de inspiración, no solo para esto, sino para muchas cosas más que son importantes en la vida”.

La carrera profesional de Pintor comenzó el 26 de marzo de 1974 junto a su entrenador Cuyo Hernández y en ese entonces le tocaría enfrentar a Manuel Vázquez, al que pudo derrotar por la vía rápida en tan solo 2 asaltos, en duelo que se realizó en Tijuana. En su pelea 43 como profesional llegó la oportunidad titular y el triunfo sobre Zárate, coronación que hizo que los niños lo voltearan a ver, Ricardo fue uno de ellos y fue ese preciso momento el que en parte marcó su carrera como boxeador.

“Los niños siempre lo veían a uno con entusiasmo”, recuerda el Grillo de Cuajimalpa, que también fue campeón supergallo del CMB. “Con sueños, y es muy importante e interesante para uno”.

La admiración del niño Ricardo López para Lupe Pintor era algo impresionante; ya sabía que en su destino estaba ser boxeador. A los seis años fue la primera vez en su vida que se colocó los guantes y ya para cuando tenía 9 fue su primera pelea, y posteriormente a los 13 era el campeón de los Guantes de Oro, lo que era una clara muestra que México entero estaba observando a un futuro campeón mundial como su ídolo, Pintor.

“Era un niño, con una admiración hacia un boxeador que en ese momento era campeón del mundo como Lupe”, recuerda Finito sobre el momento de esa fotografía. “De querer emular siempre a los campeones que son espejos, son ejemplos. Te transmitían las ganas de que si él pudo, por qué yo no. El tener sueños, y que en la vida siempre hay que tener sueños”.

Ricardo López, quien luego se proclamaría monarca mundial mínimo y mini mosca, siempre recuerda sus comienzos en el mundo del boxeo y en todo lo que admiraba y respetaba al campeón mundial Pintor.

“Tenía 12 o 13 años en esa foto”, recuerda López. “Ya había ganado los Guantes de Oro en la división de peso papel, 42 kilogramos. Y yo veía muy grande a Lupe Pintor”.

Ricardo y un grupo de niños ayudaban a Lupe para sus peleas, lanzando muchos golpes para que Pintor los esquivara, una experiencia que seguía llenando el tanque de ilusión y motivación del joven ‘Finito‘, quien cada vez que tenía que entrenar junto a su ídolo, se visualizaba como un futuro campeón del mundo.

“Yo le ayudaba a boxear a Lupe siendo niño”, asegura el Finito. “Le tirábamos para que se moviera rápido, le ayudábamos para que tomara velocidad, lo veíamos hacer ejercicios, era buen tipo”.

Y esa oportunidad para que los jóvenes o niños trabajaran de la mano de un boxeador profesional, era precisamente un incentivo por llevarlos en el buen camino de la vida y para que supieran que sí se podía emular lo que en ese momento Lupe Pintor estaba logrando en el mundo del boxeo.

“Sí trabajábamos con niños, es parte de un proceso de trabajo y hay que aprovecharlo”, aseguró Pintor. “Y también aprovechar para enseñarles algunos aspectos para la vida. Había más jovencitos, era una gran oportunidad también”.

Lo más irónico es que todas estas experiencias de parte y parte, pueden ser vistas a través de una imagen, una fotografía que quedará en la historia como una especie de mensaje para todos aquellos que desean emular e inclusive superar a sus máximas figuras en este mundo, y la prueba viviente de ello son Pintor y López.

“Pues la fue algo circunstancial, nada planeado en especial”, concluye Pintor. “Fue un momento más en la carrera, había que vivirlo nada más. Cada que uno lo ve. lo recuerda y es muy bonito”.

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