Kiko Martínez, el hoy en día ex campeón mundial de peso pluma de la Federación Internacional de Boxeo (FIB – IBF), ya se encuentra en España, en su hogar en compañía de sus seres queridos y sus hijas, luego de haber librado una vez más, una guerra sobre el cuadrilátero el pasado sábado en el Reino Unido ante Josh Warrington.

La pelea fue una revancha, y mostró una muy fuerte y complicada para el boxeador español, y si bien también se debe hacer referencia al nivel de pelea de Warrington, todo el tema de los codazos y numerosos cabezazos que Martínez recibió por parte de Josh, sumado a la falta de empatía de los médicos de la comisión para revisar sus grandes y profundos cortes, todo el contexto indicaba que tanto Kiko como su equipo de trabajo, tendrían una noche bastante complicada y larga.

Vicente Fernández, entrenador en jefe de Kiko Martínez estuvo comentando todo lo que se vivió la noche de la pelea y las injusticias por las cuales tuvieron que vivir en un ambiente bastante hostil y poco profesional en una pelea que terminó con un Kiko Martínez con más de 12 puntos de sutura en su rostro dado los golpes ilegales que Warrington le propinó.

«No sé lo que se vio por la tele, pero te aseguro que fue una encerrona» me cuenta Vicente Fernández. «Al terminar el primer asalto el árbitro nos dice que el corte ha sido un cabezazo accidental y le dijimos que llamase al médico. Nos dio la espalda». «¿Ves el cabezazo, un corte, nos lo dices en la esquina y nos das la espalda cuando pedimos que se revise?»

«En ese momento, además de ver cómo estaba Kiko, empecé a darme cuenta que si había visto que había sido un cabezazo su actitud le delataba. Nos iba a ignorar hasta llegar al quinto asalto y que no existiese el nulo técnico». Es sencillo preguntarse qué hubiese pasado si el campeón cortado hubiese sido Warrington. ¿Duda alguien que hubiesen mandado inmediatamente al médico a evaluar la herida?

«Entonces te das cuenta que sí estaba viendo los cabezazos y sus efectos. En ese momento mandamos a Ricky Pow a buscar al médico, a ver si podía acercarse a evaluar la herida ante la pasividad de McDonnell. Su respuesta fue que desde donde estaba sentado lo veía bien y que en ese corte no había ningún riesgo».

«Sigue pasando la pelea y, al terminar el segundo asalto, volvemos a intentar que el médico vaya a ver el corte. Nos dicen que ya no es peligroso y que sigamos. No entendíamos nada. En ese momento pensamos que están buscando llegar al quinto asalto para parar la pelea e ir a las cartulinas».

«Tinín trabajó a destajo con los cortes, pero era imposible. Imposible. Seguían ignorándonos. Kiko era para mí lo más importante y la pelea iba a seguir. Él tenía dificultades para ver, pero me dijo que sentía que cada vez que pegaba a Warrington le hacía mucho daño. Puedo hacerlo, Vicente. Decidimos seguir adelante».

«Cada asalto que pasaba era más dantesco. Cuando perdimos la pelea, en el séptimo, Warrington tenía fracturadas la mandíbula y una mano. Yo siempre estuve pendiente de la salud de mi boxeador. ¿Podía haber hecho algo más? No dejo de preguntármelo. Siempre se puede hacer más. ¿Debería haber ido hasta McDonnell y llevarle del cuello hasta nuestra esquina para que viese lo que le había hecho Warrington a Kiko a base de cabezazos? Creo que ni aún así él hubiese querido verlo».

«Ahora mismo siento que sí, que su disposición por ver las heridas de los cabezazos era nula. No se trata de decir míralo, se trata de preguntarse por qué nos estaban ignorando por todas partes». «Siempre me quedaré con que busqué la salud de Kiko y que él intentó demostrar que es un campeón luchando contra todo y contra todos».

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