Dicen que no hay mejor enseñanza que la primera derrota en la carrera de un campeón invicto. Más completa será la educación si esa caída se produce por partida doble y esta última en algo muy parecido a una catástrofe. Eso fue lo que sucedió con el cuatro veces campeón mundial de Nicaragua, Román «Chocolatito» González. Tras sus dos derrotas ante el tailandés Srisaket Sor Rungvisai, le dio descanso a su carrera, se refugió en sus raíces y asumió la humildad como factor de reciclaje de su carrera. A ese lógico descanso, le agregó un cambió en su esquina que parecer ser un paso atinado en lo inmediato.

A la dirección de su esquina, regresará Gustavo Herrera, el mismo que conducía su carrera cuando Chocolatito fue campeón por primera vez en 2008, cuando venció por KOT al japonés Yutaja Niida y conquistó el título mínimo de la AMB.

Muchas cosas ocurrieron desde entonces. González fue subiendo categorías y sumando títulos hasta transformarse en el mejor Libra por Libra del mundo cuando Floyd Mayweather abandonó el boxeo. Hasta las 112 libras el nicaragüense pareció invencible, pero todo cambió desde el momento que decidió subir a las 115 libras.

Chocolatito hizo historia en esa división, el 10 de septiembre de 2016 cuando venció al mexicano Carlos Cuadras por decisión unánime y se convirtió en el primer nicaragüense en conquistar cuatro títulos en cuatro divisiones diferentes. Sin embargo, ya en esa batalla se notó las diferencias en el desempeño de Chocolatito con relación al que siempre mostró en pesos inferiores. Pareció perder potencial en la pegada y en ese peso se vio claramente que cambió su asimilación. El nicaragüense sufre el castigo en esta categoría. Las dos derrotas ante el tailandés son consecuencia clara de esa nueva realidad.

González se quedó sin opciones y necesariamente debió asumir su presente y su futuro al amparo del sentido común. Algo que marcamos en una columna posterior a su última derrota, llamada «Chocolatito con enemigos que lo quieren y detractores que lo necesitan», la necesidad de tomarse un año sabático, descansar, rodearse de quienes le quieren y regresar a cumplir una o dos peleas tranquilas. La elección de Herrera va en ese rumbo y el propio entrenador coincidió en la necesidad de no ir inmediatamente en búsqueda de un título mundial. Ya dijo que recuperarle la confianza al ex campeón es fundamental y tiene razón.

Ya no hay invicto que proteger y hay una historia única en su palmarés que ya nada podrá destruir. Lo que queda es el futuro y ese camino debe tener un nuevo ADN, un viaje que necesariamente debe ser aprovechado para disfrutar del boxeo, engrandecer su legado y transformar su ejemplo en algo productivo para él, para los suyos y para las nuevas generaciones de boxeadores nicaragüenses.

Herrera puede ser lo mejor de lo disponible en el único lugar donde puede recuperar el rumbo, su propio cerno. No todos los grandes púgiles manejan su ADN social con la misma soltura y adaptación. Los cambios bruscos exigen determinadas condiciones de adaptación, de capacidad de interactuar con personas diferentes e incluso la potestad de crecerse en esas circunstancias.

Jorge Linares, el venezolano, es uno de los mejores ejemplos para ese tipo de campeón adaptable al cambio brusco. Chocolatito no parece tener ese instrumento dentro de sus capacidades humanas. Román es territorial y mentalmente, parece apegado a esa esencia. Al menos es una presunción fundada en todo lo que le ha tocado vivir desde la muerte de Arnulfo Obando. Nunca terminó de encontrar su lugar y la vorágine a su alrededor fue magnificada por el hecho de que su vida profesional fue arrancada del único lugar donde puede sentirse en casa y protegido.

 

En sus primeras declaraciones, Herrera ha sido atinado en sus intenciones para Chocolatito. Recuperarlo mentalmente, recuperarle la confianza en sí mismo y poner distancia entre la terrible experiencia padecida en sus peleas contra Rungvisai. Encarar dos peleas que no signifiquen una exigencia mayor, son lo ideal para el entrenador. Se entiende que eso, además, le permitirá tener el tiempo suficiente para trabajar encima de su idea boxística.

En ese aspecto, el trabajo que le espera será arduo. Herrera mencionó la necesidad de volver a trabajar el doble gancho de Chocolatito, una de las herramientas que le dio más resultado en el pasado y por sobre todas las cosas, se impone cambiar su estilo. Necesariamente el nicaragüense en este peso debe trabajar su cuerpeo y movimiento sobre piernas desde otra perspectiva. Deberá evitar el golpeo enemigo para minimizar los daños en una división donde el peso es diferente y más peligroso para su integridad.

Esos cambios, que son grandes, necesitan tiempo de trabajo, insistencia, mucha rutina y confianza del propio púgil en la nueva propuesta boxística. ¿Logrará asimilar esos cambios? ¿Estará en condiciones Chocolatito de transformarse en otro Chocolatito? ¿Habrá que acostumbrarse a la idea de que en 115 libras, su nivel será similar o inferior al resto? Nada está dicho de antemano, pero está claro que el ex campeón mundial nicaragüense deberá cambiar lo posible y lo imposible, poniendo todo el esfuerzo en conseguir ser un nuevo boxeador, antes de ser nuevamente campeón.


Escrito por: Bernardo Pilatti | ESPN Digital

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