Cenagosa y trabada, la pelea entre Briedis Mairis y Mike Pérez dejó mucho que desear si se le compara con las otras que se han visto en la Súper Serie de Boxeo. Pero lo perdurable aquí es el avance del campeón de Letonia y el retroceso para el retador cubano.

Con un puñado de golpes más precisos y una tonelada de agarres, Mairis (23-0, 18 KO) sacó el sábado en la noche la ventaja necesaria para derrotar por decisión unánime a Pérez y avanzar a las semifinales del torneo que reparte unos $50 millones en premios.

En su casa y con un público ferviente apoyándolo, Mairis era el favorito de esta llave. Pérez (22-3-1, 14 KO) llegaba con una hoja de servicios mínima -una sola pelea- en la división crucero, después de hacer la mayor parte de su carrera en el peso completo.

No cabe duda de que Mairis fue el mejor en el ring, pero su actuación dejó mucho que desear y para nada resultó digna de un campeón, al cual no se la augura nada bueno cuando en la siguiente ronda enfrente a Oleksandr Usyk, quien derrotó hace un par de semanas por nocaut a Marco Huck.

 Desabrido y plagado de constantes agarres, el combate no dejó un sabor dulce en la boca de expertos y aficionados, salvo los que colmaron la principal sala de eventos en Riga y aplaudieron ciegamente a su ídolo.

Habría que buscar bastante para encontrar otro árbitro que haya trabajado tanto como el italiano Massimo Barrovecchio, quien no tuvo un minuto de paz y trataba de encauzar la acción por un camino más fluido.

Durante un momento del tercer asalto penalizó con un punto al cubano por un cabezazo, mientras que en el décimo hacía lo mismo con el local debido a sus agarres que aprovechaba para desembarcar sus manos de manera pícara.

En medio de todo este farragoso asunto, Mairis conectó los golpes que más llamaron la atención de los jueces, los cuales ofrecieron boletas de 114-112, 115-111 y 116-110, números apoyados en la incapacidad de Pérez para prolongar un ataque de forma sostenida en la segunda mitad.

De modo que la posibilidad de un encuentro entre dos cruceros cubanos, tras el triunfo de Yunier Dorticós, se esfumó en el otoño báltico de Letonia, o se perdió en la tortura visual de esta pelea donde nadie mereció triunfar.

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